ECLIPSE DE SOL
¡Un sol ardiente quemaba mi existir!
¡No encontraba refugio, ni consuelo!
¿Se puede, en realidad, así vivir?
Me preguntaba, en amargo desconsuelo.
Toqué tu puerta, como nunca urgido;
y, deseosa, me la abriste sin dudar;
me cobijé en tu albergue, agradecido,
¡jamás nadie me la abrió de par en par!
De repente, la lluvia que manaba
de tu cuerpo fogoso me impregnó;
y, a medida que tus aguas me empapaban,
¡aquel sol incandescente se eclipsó!
Jesús Núñez León.