domingo, 20 de marzo de 2011

MATEMÁTICAS







































MATEMÁTICAS


Mujer, que con tu encanto has elevado
a la enésima potencia mi pasión;
hasta a Euclides le hubieran extasiado
las medidas de tu cuerpo en floración.

Tu geometría perfecta me fascina
y la cota de tu espalda voluptuosa;
me emociona ver cómo caminas,

en progresión aritmética y hermosa.

Las curvas de nivel de tu cintura,
que semeja conos truncos enfrentados;
la admirable ecuación de tu figura
y el volumen de tus senos bien torneados.

Si en mi boca, el logaritmo neperiano

de tus besos sin demora ya tuviera;
al vaivén de tu cuerpo entre mis manos,
íntegro el π del mío yo te diera.

Si tuviera la constante de tu ser,
tu gradiente de pasión calcularía;
y si un dato me quisieras ofrecer,
con la media de tu cuerpo bastaría.


Si algún día descubriera tu varianza,
la incógnita de tu amor despejaría;
las variables que me das son mi esperanza,
si no, para qué yo viviría.

Ni con números, ni gráficas me asusto;

ni con círculos, cuadrados, ni rectángulos;
si tuviera hoy que morir, con sumo gusto
moriría en el incentro de tu triángulo.

Los diagramas de tus ojos son candiles
y de Gauss son las curvas de tu pecho;
las llamadas de tu vientre, percentiles,
que calcular quisiera ya en tu lecho.

La integral de tu cuerpo yo quisiera,

porque el área entre tus curvas tomaría;
de tu ardor, la derivada si tuviera
¡el límite de tu orgasmo sentiría!

Y ya basta de tangentes, de cosenos;
las matemáticas, para mí, se han terminado;
ahora, quiero ver qué es lo que haremos
¡con mi vector en tu vértice instalado!


                        Jesús Núñez León












































ARQUITECTURA







ARQUITECTURA

Diseñada, mujer, fuiste sin duda,
por el Gran Arquitecto de los cielos;
y la virgen acudió, presta, en su ayuda
para vestir tu maqueta con su velo.

Portentosos los perfiles que te orlan,
pilares de la fuente de mi amor:
la cascada de pelo que te adorna,
tu boquita de rojo cundiamor.

En tu hermosa estructura se refleja
la luna, que de luz tu rostro baña;
el dintel precioso de tus cejas,
la cortina de carbón de tus pestañas.

La belleza del relieve de tu porche,
de una obra de Rubens digna fuera;
la más fina champaña en su descorche,
el burbujear de tu voz cascabelera.

Tu figura escultural, harto elogiada,
fue el más grande escultor quien la forjara;
pareciera revestida tu fachada
de un exquisito mármol de Carrara.

El radiante fulgor de tu mirada,
tu alma, por demás sensible y tierna;
tu jamba, tu frontón, tu balaustrada
y las perfectas columnas de tus piernas.

El capitel corintio de tus ojos,
la maravilla sin par de tus cornisas
y ese arco sensual de mis antojos…
¡Cómo quisiera ser tu dueño, mi Artemisa!

Sería el hombre más feliz, si mío fuera
el rosario de esos dones en tu haber;
el cogollo de sol de tus palmeras,
¡el nicho de rubíes de tu ser!

Déjame ser el albañil de tus molduras,
para frisar tu cuerpo con ternura,
para estucar tu piel con sumo amor.

Sólo bastan tu candor y tu hermosura,
tu fuego, tu arrebato y tu locura
¡para que abatas mi obelisco con tu ardor!


                             Jesús Núñez León