LA MUERTE PREMATURA
Golosa y, más que golosa eras adicta,
a los placeres que la carne te depara;
en nuestras tórridas batallas, siempre invicta,
¡jamás hubo un encuentro que ganara!
Me convencías nada más con la mirada,
cuando absorto tu belleza contemplaba;
y al lanzarme una de aquellas estocadas,
mi voluntad cual perro fiel se doblegaba.
Y el aquelarre en cualquier sitio se iniciaba,
de tus artes de erotismo hacías derroche;
las mil y una posiciones practicabas,
en tu ninfómana ansiedad toda la noche.
Ahora, si me enfermo, desesperas;
ya tu ardor no respeta ni mis canas,
el descanso para ti es una quimera
y hasta en días prohibidos tienes ganas.
Muchos años han pasado y es lo mismo,
esa fiebre de pasión en ti perdura;
sé que ya en mi madurez, con tu seísmo,
¡me conduces a una muerte prematura!
Jesús Núñez León.
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