EL DULCE AMARGO
Dulce fue la mujer que me miró,
dulce fue la mujer que me sonrió,
con dulzura, mi nombre pronunció;
y, dulcemente, sus brazos me tendió.
Y aferrado a su dulzura, me asomé
a parajes jamás imaginados;
y, placeres conque nunca antes soñé,
dulcemente me fueron prodigados.
Mas no pudo convencerme su dulzura,
ni sus armas de mujer, ni su artimaña;
y, de pronto, transformóse en la negrura,
Y su atrayente dulzura se esfumó,
su frialdad mi ser todo percibió,
mi voluntad, cual perro fiel, se doblegó;
y, al otro mundo, para siempre me llevó.
Y aquí estoy, en el infierno, ¡no te asombres!,
contemplando que tu amor, con rabia escondes;
pues, tu orgullo mi traición no perdonó.
Mi venganza es que la muerte, en forma de hombre,
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