Escucha bien el corrío
que te ayudará a saber
cómo es, amigo mío,
en el fondo la mujer;
en cuestiones del querer,
si aceptas su desafío,
te habrás metido en un lío
¡seguro vas a perder!
El ser más inteligente
de toda la creación,
astuta como serpiente,
cambiante cual camaleón;
siempre tiene la razón,
si te habla melosamente,
debes actuar cautamente,
que escondido está el arpón.
Con su inocencia de niño,
te puede echar una vaina,
tenga o no tenga marido;
Eva, Carmen o Zuraima,
Luisa, María o Yuraima;
ponles cualquier apellido,
tienes que andar precavido
¡no es de gratis lo de “cuaima”!
no teme mostrar su audacia;
te da muerte y luego vida
y lo hace con suma gracia;
a regalarse es reacia,
con la izquierda da comida,
con la derecha castiga;
así es, para tu desgracia.
Si el marido no la llena,
lo asesina con sarcasmos;
a los cachos lo condena
y le finge los orgasmos;
poco a poco lo enajena;
se va sumiendo en la pena
y, el pobre, muere de pasmo.
La mujer sabe flirtear,
de risa se desternilla
y, al cansarse de jugar,
ella misma se arremilla;
te da amor, luego te humilla,
pensando al verte babear,
¡tanto nadar y nadar
Ahora aprendió a mostrar
justo el final de la espalda;
y casi te hace infartar,
con la visión de sus nalgas;
por más que la pena valga,
si te vas a empalagar
y adentro vas a quedar,
cierra al menos cuando salgas.
su rencor no acabará;
tu derrumbe, como fuere,
con saña perseguirá;
no la provoques, ¡qué va!,
dale cuerda, te conviene;
que, así como Chacumbele,
solita se matará.
Si contigo se ha peleado,
lo mejor es ignorarla;
porque al pasarle el enfado,
muy fácil es consolarla;
y luego de contentarla,
te da lo que te ha guardado:
¡el exquisito regalo
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