DESPEDIDA
Morena, de encarnados arreboles,
que pregonas que me quieres tanto, tanto;
seca ya, la humedad de esos dos soles,
contágiame tu risa, no tu llanto.
A mi vida llegaste un frío invierno,
y hundido me encontraste, en un infierno,
ansiando una ilusión que me salvara.
Y, cual ciego que del lázaro se fía,
ignorando su prudencia o su osadía;
confié en tu juventud y en tu belleza.
Mas la dicha que esperaba no me diste;
¿y para qué necesita, un alma triste,
de un amor que le lleve más tristezas?
Jesús Núñez León
Jesús Núñez León
No hay comentarios:
Publicar un comentario