Cuánto diera por estar sembrado, amor,
en el carnal epicentro de tu sismo:
y aquietar pudiera con mi ardor,
el orgásmico oscilar de tu temblor,
en auténtica semblanza de erotismo.
y, cual ave fénix, resurgir de amor;
subir al cielo y de nuevo en el abismo,
con las réplicas intensas del seísmo,
del vaivén sensual de tu pasión.
Y cuando la calma regresara a tus praderas
mi admiración rendiría a tus caderas
por la telúrica magia que expresaran.
Y es que sería tan fuerte el terremoto
que en nuestros ávidos cuerpos generaras,
que en mis ansias serías maremoto,
o tsunami que en oleadas me entregara,
y llegando a las fronteras de lo ignoto,
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