Jovencita que recién te has estrenado,
como esposa adorada y bendecida;
ya ofendiste a la madre de tu amado,
caprichosa, insensible y atrevida.
Las lágrimas, te advierto, de una madre,
no las borra la pasión de una mujer;
y las nueras siempre vienen de la calle,
que comprenda la que quiera comprender.
Respeta a esa viejita que es tu suegra,
con ternura sin par su faz alegra;
que la vida que le queda es ya muy corta.
Y aprende muchachita, de esa vieja,
que a pesar de tus desplantes, no se queja;
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