que tu me permitieras,
cual turista, tu cuerpo recorrer
con mi boca, con mis labios, con mi lengua.
Comenzaría,
por los bellísimos islotes de tus pies;
subiría,
y llegaría,
lenta y sensualmente a la oquedad
de la excitada maravilla de tu esencia.
Visitaría,
los altísimos Andes de tus pechos;
besaría,
ansiosamente, tus erguidos picos;
y enseguida,
en sedienta y ardiente pasión loca,
bebería
el elíxir divino
del manantial exquisito de tu boca.
Y llegado al clímax de mi viaje,
en el éxtasis supremo de la vida,
con mi cuerpo desbordándose a placer,
todavía con ardor degustaría
las delicias culinarias de tu ser.
exhausto y agotado,
no te diría “adiós”, sino “ hasta luego”;
porque seguro estoy que volvería,
inexorablemente a hacer de nuevo,
lo que he querido hacer desde hace tanto:
¡un delicioso tour por tus encantos!
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