de tu linda cabeza a los pies;
para luego, mi amor, nuevamente
hacer el recorrido al revés.
El temblor de tu cuerpo sería
involuntaria respuesta a mi ardor;
y tu piel, suplicante, hablaría
Al vaivén de tus olas vería
y mi lengua, incitante, sería
el ariete de tu despertar.
En tu boca, excitante, tendría
manantial carmesí que libar;
con frenético afán comería
tus delicias de excelso manjar.
Susurrante, en tu oído diría
encendidas palabras de amor;
los gemidos que raudos saldrían
serían cantos de mi alma en tu honor.
en perfecta y carnal comunión;
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